Sigo creyendo que la materia juego es una deuda pendiente de la educación.

Limitar el juego al recreo, al espacio de ocio, al "cuando quede un cachito de tiempo" , es sacrificar todo su potencial.

Es desaprovecharlo,ningunearlo y no darle el lugar que corresponde.

Es no comprender la enormidad de la palabra jugar.

Porque jugar requiere de un complejo sistema de aprendizaje que requiere mucha práctica para no perder la habilidad y que caiga en desuso.

Porque hasta debería haber contenidos como "trampa y picardía" por desarrollar.

Porque hasta para "mentir" en una buena partida de truco hay que aprender a ser astuto.

Hay que saber mucho de libertad, de reglas, de acuerdos, de tiempos y espacios.

Hay que saber de respeto, de turnos, de orden.

Hay que saber alimentarlo, compartirlo, estimularlo e incentivarlo.

Hay que sostenerlo, fundamentarlo, explorarlo y deajrlo crecer.

El juego no es cosa de chicos, solemos asociarselos, simplemente porque ellos "se lo bancan".

Además hay que saber hacerlo solo, de a pocos, de a muchos.

Hay mucho que aprender. Como en todo.

Y no dejar de hacerlo. Y practicar.

Y transmitirlo.

Y no solo cuando nos damos permiso.

Hacerlo con libertad.

Contagiarlo. Especializarnos.

Y crecer.

No dejarlo para mañana.

Todos los días hay que jugar.

Aunque sea un ratito.

Para no olvidarnos.

Para que no sea un privilegio.

Para accionar.

Para convertirlo en camino.

En ese camino que vaya al lado nuestro y a donde saltemos cada vez que tengamos ganas.

Y no cada vez que tengamos tiempo.

Porque tiempo hay.

Solo que hay que saber aprovecharlo.

Elegirlo.

Construirlo.

Jugarlo.

No hay edad para jugar más que la que nosotros decidamos.

Como no hay lugar, ni tiempo, ni espacio para hacerlo más que el que nosotros elijamos.

Es hora de poner las cosas en su lugar.

Las cosas nuestras, las ordenamos nosotros.

Hay que jugar.

Toda la vida.

Porque la vida tambien es juego. Y como en cualquier juego se pierde y se gana.

Según el cristal con el que lo miremos. Obviamente.

Lo que si es seguro que en este juego se viven muchas emociones.

De todos los colores.

Porque no hay que creer que el juego solo es sinónimo de placer.

Jugar es mucho más que eso.

Adrenalina. Emociones varias. Sensaciones encontradas. Tristezas y alegrias sorprendentes e irreconocibles.

Y tanto más.

Pero hay que aprender.

Y para aprender hay que practicar.

Hay que meter las "manos en la masa".

Hay que jugar. Simple.

Empecemos por nosotros.

Dándole el lugar que corresponde.

Aprendiéndolo y practicándolo.

No como un hecho aislado.

Como una forma de vida.