Días raros como los que a veces hay.
De esos que no podría encasillarlos en alegres, pero tampoco entrarían en la categoría de tristes.
Pero de esos que se hacen sentir.
Y calan los huesos sin saber si sonreír o llorar.
Si
De esos días también hay por acá.
Y como a todos, hay que dejarlos ser.
Y si tienen ganas de aparecer, hay que darles el lugar.
Hasta el lugar del no saber que.
Porque no sé si quiero llorar.
Y no sé si quiero reírme.
No sé si quiero abrazos, mimos, gritos o silencios.
No sé que me falta.
Y no sé que me sobra.
No sé si quiero ver o si prefiero cerrar los ojos.
No sé si quiero ser mi mejor versión, o si eso ni me interesa.
No sé si quiero proyectar y planificar o quedarme como ausente.
No sé si quiero escuchar o abstraerme de cualquier sonido totalmente.
No sé si tengo ganas de quererme o si cualquier muestra de afecto me agobia.
No sé si siempre pasa todo por una solución o a veces las cosas siguen de largo sin resolverse porque su propio y escueto peso las diluye.
No sé si quiero ser cebolla o empezar a sacar capa por capa.
No sé si soy millones de palabras o un inmenso vacío.
No sé si soy fuerza, valor, audacia o miedo,duda y dolor.
No sé si vengo o si voy.
No sé si estoy o si me fui.
No sé de certezas ni de dudas.
No sé de tiempos ni lugares.
Tal vez sé de instantes.
Tal vez sé que los millones de no sé, son parte de todo lo que sé.
Tal vez soy todo, solo que a veces no lo sé.